13 noviembre 2004

El Bueno de Spud

Estaba el Bueno de Spud hurgándose su enorme nariz, sonrosada por horas de trabajo bajo el sol, cuando una 5ª sinfonía de Beethoveen tremendamente simplificada y estridente hasta la náusea sonó en su bolsillo. Mecánica o quizás de forma rutinaria, pero sin dejar de hurgarse tomó su teléfono y respondió. Una cálida voz femenina le sorprendió al otro lado de la línea. A pesar de hacerse patente desde el principio que era una llamada equivocada, el Bueno de Spud, que en ese momento había dejado de hurgarse la nariz para pasar a rascarse sus excitadas partes, reconoció el acento como propio de su misma ciudad, a la misteriosa interlocutora le delató su forma de cecear y de alargar las as. Así pues tras dudar unas milésimas de segundo se lanzó a la caza de la hembra humana, ejercicio que llevó a buen puerto aún siendo la primera vez en lustros que lo practicaba. Probablemente el arrojo mostrado por el Bueno de Spud, provocado a partes iguales por la lejanía y por la absoluta, imperante y azuzante necesidad de fornicar con algo más que su mano hicieron que la anónima voz se sintiera confiada en su diálogo y después de cinco minutos de charla decidieron quedar en la puerta de unos grandes almacenes del centro esa misma tarde. El Bueno de Spud colgó, arqueó sus pobladas cejas y siguió limpiando los cristales de la planta treinta del Magnificient sintiéndose por un día tan magnífico como el hotel de cinco estrellas del que pendía.

Llegó la hora, y el Bueno de Spud, vestido tal y como le había indicado a la voz anónima, con la chaqueta de pana que le regaló su madre el invierno pasado, los pantalones tejanos que se compró en una tienda regentada por un obeso que siempre le preguntaba por el equipo de fútbol local y con una sonrisa entrenada ante el espejo durante horas, se presentó ante la entrada principal de los grandes almacenes con diez minutos de adelanto.

Quince minutos más tarde una mano tocó su espalda. Comenzaba el nudo de su vida, se desencadenaban los acontecimientos que décadas más tarde aún recordaría.

El Bueno de Spud se giró.
Era ella.
Tenía que ser ella.
Pero no podía ser ella.

01 noviembre 2004

Después de ver a Sigourney Weaber en bragas y comprovar que, efectivamente, no tiene nalgas te puedes tomar la vida de otra forma.

Pelis que he visto esta semana:

-Alien
-Depredador
-Uno, dos, tres (nada que ver con el programa de TV, por favor)
-Mullholand Drive (Y no, no la he entendido)
-Metropolis
-Acción Mutante
-La fiera de mi niña

Luces, cámaras, a sobar.