Era la caja de la cordura, de los sentimientos, de la humanidad, de la responsabilidad y ahora la quemas en una hoguera improvisada en medio de la oficina junto a decenas de documentos de vital importancia. Te desmelenas, te ajustas la cazadora y sales a comerte el mundo. Has dejado atrás el mercantilismo de la vida contemporánea, has descubierto la liberación de ser un luchador contra el sistema, te paseas con autosuficiencia mientras tarareas una canción, aplaudes con la mirada a un vagabundo que sobrevive junto a un cartón de vino y ves pasar su vida por tus ojos mientras piensas en nada. La gran solución final de tu vida comienza a funcionar al ritmo de tus pasos mientras tu mente se centra en la autodestrucción que te rodea. Te salen ampollas en los pies mientras tus músculos se desgarran, pero sabes que más allá del horizonte te espera el paraíso que tantas veces imaginaste mientras seguías siendo un miembro productivo de la sociedad. Tus pensamientos se hacen más humanos cuando arrastras dos muñones que en tu anterior vida habían sido piernas. Las extremidades superiores te arden y evolucionas penosamente en pos del horizonte. Hace ya muchas estrellas que el sol se puso, pero tu sigues viendo tu loca meta. Ahora te impulsas a golpes de mandíbula, desencajada por la risa que te invoca tu feliz futuro. Los capilares moribundos se ponen de acuerdo para servir de pies de una oruga desmelenada que se acerca al límite de la vida pasada. Una mata de pelo está plantada y echa raíces en el asfalto a escasos metros de una zanja insuperable.

Otra vez será.